Por qué “debes colgarte,” Netanyahu

Enviado por tortilla el Dom, 19/11/2023 - 09:04

Wilfredo Gutiérrez, 18 de noviembre 2023


Esta niña es una de las y los víctimas de la ofensiva genocida del
gobierno sionista, con el respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea.
La leyenda lee "Está niña no sabe aún que ha perdido la vista"

En la perspectiva existencialista Sartreana, el hombre puede “negar” a Dios como una consecuencia de su libertad. Sartre se refiere a una “libertad absoluta” del hombre. De hecho, el fundamento esencial de toda su filosofía existencialista, como dice el profesor Ricardo González G., “es afirmar la autonomía y libertad total y absoluta del hombre.” Para mí, la “libertad absoluta” es la fantasía de todos los imperialismos y matones de la tierra.  

Yo creo que el ser humano puede “negar” y “afirmar” todo lo que quiera; pero no creo que lo haga con “libertad absoluta.” Lo que creo es que todo lo que el hombre o la mujer puede “afirmar” o “negar” siempre es el resultado de una autonomía relativa de la libertad en el mundo real; es decir, el resultado de una “libertad relativa.” La “libertad relativa” no es el otro polo de la “libertad absoluta,” es más bien el punto medio entre la “libertad absoluta” y la “esclavitud.” Los humanos nos equivocamos hasta la muerte creyendo en extremos viciosos de la libertad humana, cuando lo único digno de respeto es la autonomía relativa de libertad o “libertad relativa” de las personas y los pueblos.    

Si una persona, o millones de personas, pueden “negar” a Dios como una consecuencia de su libertad, esto sólo puede ocurrir como una consecuencia de su “libertad relativa,” pero nunca de una “libertad absoluta.” ¿Por qué? Por la sencilla razón de que habrá también una persona, o millones de personas en el mundo, que podrán “afirmar” a Dios. La libertad es “relativa” porque la “negación de Dios” de unos sólo puede existir en relación a la “afirmación de Dios” de otros. Y si ambas perspectivas coexisten en el mundo real, la “libertad absoluta” no tiene razón de ser.  

La tierra y las aguas del mundo no son patrimonio exclusivo de unos cuantos seres humanos; es patrimonio de todos los seres humanos, sea que “nieguen” o “afirmen” a Dios, o crean en lo que quieran creer. La tendencia de la humanidad hacia un nuevo orden mundial multicéntrico es precisamente el resultado y necesidad de otorgar respeto a la autonomía relativa de la libertad de las personas y los pueblos, y no a la “libertad absoluta” de los que se creen los amos del mundo.   

Independientemente de que sea una verdad o una falsedad la “negación” o la “afirmación” de Dios, o el aprecio o desprecio a un sistema político u otro, o cualquier otro valor ideal por los que vivimos en el mundo, el punto es que todas esas perspectivas son actos humanos de “libertad relativa” que coexisten y se implican mutuamente en el mundo real.  

La “libertad absoluta” no puede existir en el mundo real, a menos que los hombres arbitrariamente y ciégamente equivocados se la atribuyan así mismo mediante el uso de la fuerza bruta de la violencia. Posicionarse en el extremo de la “libertad absoluta” es absolutismo, es la fantasía de todos los matones e imperialismos de la tierra.  

El Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu y otros miembros de su equipo militar y político del Régimen Sionista arbitrariamente y equivocadamente están usando la violencia bruta de la “libertad absoluta,” sin respeto a ningún derecho internacional ni a la autonomía relativa de libertad de las personas y los pueblos. Se están apropiando de un falso derecho a la “libertad absoluta” para cometer un genocidio de extrema crueldad contra una población inocente de niños, niñas, ancianos, y demás de sus seres queridos en Gaza.   

Indiscutiblemente, el asesinato, la mutilación y el sufrimiento de todo ser humano, sea un niño Palestino o un niño Israelí, sea cualquier ser humano del mundo, es algo que hace temblar los cimientos de toda consciencia y sensibilidad humana. Y cuando uno ve la ocupación militar en Gaza como la raíz histórica del problema, es imposible no ver dónde yace la responsabilidad moral y política sobre la destrucción de seres humanos.  

Netanyahu recurre a un texto bíblico y declara: “La Biblia dice que hay tiempos de paz y tiempos de guerra, y este es un tiempo de guerra.”  Si el mandatario Sionista cree o no cree en Dios, eso es lo de menos. Lo que yo veo aquí es cómo el hombre puede retorcer siniestramente los valores de su propia ideología para justificar su opción política de continuar ejerciendo su “libertad absoluta” para matar y “terminar su trabajo” de la “solución final” del pueblo Palestino.  

Lo que debería entenderse es que lo opuesto de la guerra no es la paz. La paz es el punto medio entre la guerra y la ineptitud. Cuando los hombres en posiciones de poder no pueden parar la guerra y dejar de pelear, es porque son, así de sencillo, ineptos, incapaces. ¡Pero ojo! La irresponsabilidad moral y política de la ineptitud recae en el imperio opresor porque la historia nos enseña que los imperios sólo saben “negociar” con la “diplomacia del mazo.” La raíz de la miopía es el delirio por la “libertad absoluta” y el absurdo desprecio por la autonomía relativa de libertad de los seres humanos y los pueblos.

Yo creo que Dios – lo que sea que signifique – es el punto más alto de la sabiduría del poder. El punto más bajo, y casi nulo de sabiduría, es el poder de las fieras salvajes. ¿Y el punto medio? El punto medio es la sabiduría racional del poder del hombre y la mujer por lograr el equilibrio, la convivencia social y la paz. Como dice un hombre de indiscutible trayectoria política y revolucionaria, el Comandante Daniel Ortega, un hombre de probada resistencia ante poderes imperialistas externos y sus lacayos nativos, “El mundo que queremos crear debe ser para la paz, el entendimiento, la comprensión fraternal, la solidaridad, la cooperación y la convivencia como humana comunidad.” A eso me refiero como el punto medio de la sabiduría racional del poder del hombre.  

Si yo tuviera que creer en la filosofía política de Thomas Hobbes y aceptar que la “naturaleza humana” es intrínsicamente o innatamente “egoísta” y “mala,” sería fácil para mí decir que Netanyahu y su equipo militar y político todavía viven en el “estado de naturaleza,” en el estado de “una guerra de todos contra todos,” donde cada humano salvaje tiene la “libertad absoluta” para matar a cualquiera. Sería fácil para mí decir que el líder sionista no ha sido suficientemente “civilizado” para vivir en la “sociedad política.”  

No niego que me siento tentado a creer tal cosa. Sobre todo, cuando Hobbes dice en su Leviatán que el “el apetito personal es la medida de lo bueno y de lo malo,” lo cual sin duda es una licencia para la “libertad absoluta,” aunque yo prefiero creer con Protágoras que el hombre y la mujer, no el “apetito personal,” “es la medida de todas las cosas.”  

Sin duda el cuadro Hobbesiano es simpático. Pero lo que me gusta de Protágoras es que él coloca el centro de poder de libertad en el ser humano, mientras que Hobbes lo pone en un “apetito personal” que suena a “ganas de comer” o impulso instintivo naturalístico buscando el lado de “genes egoístas” y “otras hierbas” del Darwinismo. Para mí, la “libertad absoluta” de la barbarie hace más sentido bajo el dominio de un hombre salvaje que bajo el dominio de un órgano o cualquier componente biológico del cuerpo.    

De cualquier manera, eso sería hacerle un favor barato a los sionistas responsables del genocidio en Gaza. Y no creo que una corte internacional de justicia, en un futuro cercano, podría tomar en serio el argumento de una “naturaleza humana” innatamente “egoísta” y “mala” para intentar mitigar una sentencia criminal.  

Puesto que yo entiendo que la “libertad absoluta” de los opresores es una opción moral y política deliberadamente pensada hacia un objetivo, Netanyahu y sus compinches de la ocupación militar en Gaza talvez podrían sentirse más agradecidos de una reflexión que les ayude a despejar el delirio demencial por la “libertad absoluta.”  

Netanyahu y su equipo deberían recordar que el pretexto legal del nazi Adolf Eichman en el juicio de Jerusalén, que “sólo estaba siguiendo órdenes,” no lo salvó. Ni tampoco lo que escribió en su Petición de Perdón: “Yo no era un líder responsable, y por lo cual no me siento culpable.” Por supuesto, yo entiendo que la máquinaria militar y política Nazi debió haber sido un monstruo arrollador y totalitario sobre la autonomía relativa de libertad de Eichmann y muchas otras personas, pero esto no niega que Eichmann estaba siguiendo aquellas “órdenes” voluntariamente. El punto es que no se puede negar el papel de la autonomía relativa de libertad o “libre arbitrio” de las personas como un concepto central en la explicación de una conducta criminal. Negarlo sería como “poner en bandeja” ovejas a los leones.

Netanyahu y su equipo militar y político deberían interiorizar muy hondo en sus consciencias las palabras finales de la obra de la filósafa judía alemana Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, cuando escribió:  

“Y así como usted [Eichmann] apoyó y llevó a cabo una política de no querer compartir la tierra con el pueblo judío y la gente de varias otras naciones – como si usted y sus superiores tuvieran algún derecho a determinar quién debería y quién no debería habitar el mundo – nosotros encontramos que nadie, es decir, ningún miembro de la raza humana, se podría esperar que quiera compartir la tierra con vosotros. Esta es la razón, y la única razón, por la que debes colgarte.”

Sin duda esto dará alguna alguna luz sobre las tinieblas de vuestro delirio absurdo por la violencia de la “libertad absoluta.” Es simple de entender. Sólo debéis cambiar el nombre en el corchete. La tierra y vuestras víctimas ya la conocéis. Quizá todavía estáis a tiempo de correr una mejor suerte.

Pero antes, permitidme una última opinión, Netanyahu:

Apagá el incendio inmediatamente, pronunciá al mundo algunas palabras de humanidad, ocupate de la reconstrucción y la indemnización al pueblo Palestino, y trabajá por un Estado laico donde israelíes y palestinos puedan coexistir y compartir los mismos derechos humanos, sin importar las creencias religiosas que cada quien quiera creer.  

Ya sé que os parecerá un cuadro romántico, y sobre todo cuando la propaganda imperial corporativa en el mundo quiere que creamos que “una vida Palestina no es lo mismo que una vida Israelí” o que las víctimas de un lado son “víctimas dignas” y las del otro son “víctimas indignas.” (Ver: “For Cable News, a Palestinian Life is not the Same as an Israelí Life” – FAIR org). Pero al menos, mi esperanza es que el “cuadro romántico” desaparezca de vuestra mollera cuando penséis por unos minutos que una corte internacional de justicia podría ser benevolente con vuestra Petición de Perdón.   

* Wilfredo Gutiérrez es sociólogo