John Perry *, 24 de mayo 2023

Manifestantes "pacíficos" en Masaya en el primer día del
intento de golpe de Estado, 18 de abril de 2018
Randall es uno de los "combatientes históricos" de Masaya de la guerra revolucionaria de Nicaragua. Ahora tiene 63 años, y lleva más de 40 años viviendo en la ciudad, en el centro del histórico barrio de Monimbó, que fue la parte de Masaya que sirvió de centro de operaciones a la oposición en la intentona golpista de 2018.
Randall señala que a principios de 2018, Nicaragua era próspera: la economía crecía, la gente tenía trabajo, se habían abierto nuevas empresas y el futuro parecía seguro. Expresa su frustración ante quienes se proponen destruir la prosperidad del país.
Randall explica que los preparativos para el golpe comenzaron años antes, con gente entrenada y preparada para el golpe probablemente cinco años antes del 2018. A Randall le llamó la atención escuchar mensajes que eran parte de los sermones de la iglesia católica local, en los que el párroco se refería a temas políticos, en particular los del obispo Báez, que explícitamente pedía un "mayor nivel de democracia" en Nicaragua, sin imaginarse lo que ellos estaban preparando. Randall manifiesta que de repente, antes de abril 2018, comenzó a acrecentarse la demanda de ropa camufle o estilo militar, y recuerda que en un momento escuchó que alguien dijo, “vamos a acabar con esta mierda.”
En abril, dijo, "reinaba la calma" en el barrio. Ya circulaba dinero para preparar el golpe. La gente empezaba a comprar comida preparándose para lo que se avecinaba. Randall escucho que uno de los dirigentes locales del MRS, vino a aconsejar a alguna gente del barrio que se marcharan de la ciudad, y se marcharon (en previsión de la "debacle" que se avecinaba). En ese momento Randall empezó a darse cuenta que se estaban instalando centros de combate en varias partes de Masaya, incluyendo Monimbó.
Randall describió las marchas opositoras que se realizaron a partir del 18 de abril, encabezadas por varios líderes opositores como Dora Maria Téllez (quien estuvo antes y después del 18 de abril "caminando libremente por las calles"), Mónica Baltodano, el General Noguera, Fernando y Carlos Brenes (exsoldados), Roberto Samcam y otros. Comenzaron a instalar bases, por ejemplo, en el auto hotel Rinconcito del Amor y luego en el colegio técnico INATEC, que se convirtió en centro de tortura. También ocuparon los cementerios como bases. Fue desde Masaya que se dividieron las responsabilidades para diferentes partes de la región - Masaya era el centro de operaciones. Randall mencionó a dos personas de la zona que se encargaban de traer y distribuir las armas, no solo para Masaya sino para las zonas aledañas (uno de estas personas vive ahora en España). La iglesia Magdalena se utilizaba como almacén principal para guardar las armas.
El 18 de abril, hacia las 19.00 horas, la oposición ataca a jóvenes de la Juventud Sandinista en el histórico local "Comandito", una casa que había sido utilizada como centro de mando durante la guerra revolucionaria y que ahora es un símbolo de la revolución. La oposición estaba armada de morteros, piedras y armas, los jóvenes que estaban allí tuvieron que salir huyendo. En Nicaragua, a como les dijo reinaba la paz, fue un ataque que nadie se imaginaba que podía pasar.

Destrucción del histórico “Comandito” en Masaya, 18 de abril 2018
Después empezaron a utilizar armas caseras más grandes, como morteros que podían disparar una ronda por dos cuadras. Trajeron camiones con productos químicos y explosivos para fabricar las municiones. Más tarde, por supuesto, se empezaron a utilizar armas convencionales. Para entonces era obvio que se trataba de un intento de golpe de estado. Esperaban aprovecharse de la decisión del gobierno (durante las negociaciones nacionales) de ordenar a la policía que permaneciera en sus comisarías.
Randall cuenta que fue capturado hacia el día 18 de junio, con su hijo, a la salida de uno de los cementerios. Les ataron, les obligaron a arrodillarse y les golpearon en el pecho con tubos metálicos pesados. La oposición tenía cuerdas cortadas para poder atar a las personas capturadas. Les decían que los iban a matar. Randall cuenta que les dijo que no habían llegado allí para entregarse como cautivos, que eran orgullosos miembros del Frente Sandinista, y que si morían no debían suponer que sólo morirían ellos, que también lo harían cinco o seis de la oposición. En ese momento pensaron que morirían. Una mujer salió de una pequeña tienda cercana, llevando una jeringa que contenía un líquido amarillo, que pensaron que era una inyección mortal. Pero en lugar de eso, dijo: ‘dice el hombre que “los liberen a los dos”.’ Los soltaron y volvieron a la casa.
Randall explicó que el tranque donde fueron capturados estaba fuera del cementerio, por donde pasaba la gente que volvía a Masaya desde las zonas periféricas. Si la gente intentaba pasar por la noche y se descubría que eran trabajadores del gobierno, muchos de ellos eran desnudados y pintados con pintura azul y blanca, y luego obligados a correr desnudos colina abajo hacia el centro de Monimbó, donde la gente salía de sus casas con agua y toallas para ayudarles a lavarse y cubrirse, esto ocurrió tanto a mujeres como a hombres, en muchas ocasiones. Asaltaban las ferreterías para robar la pintura que utilizaban. Randall dijo que en una casa de dos plantas situada en la esquina opuesta a la iglesia católica de San Sebastian torturaban a la gente y se podían oír los gritos.
Ese mismo día, un lugareño llamado Chilo Marimba pasaba por una de las calles con un grupo de delincuentes donde afuera de una casa, había niños jugando a la Nintendo. Acusó a la familia de intentar hacerles fotos e intentó desalojarla de la casa. Hubo otro ejemplo cercano de intento de echar a la gente de una casa en el que la gente se mantuvieron firmes, armados con machetes. Pero consiguieron apoderarse de varias casas y, por supuesto, muchas fueron saqueadas o incendiadas, como la de la Dra. Alejandra Ortega.
El 30 de junio, un grupo de unos 17 matones armados irrumpió en la casa de Randall y su familia, hacia las 20.00 horas. Llevaban AK47 y otras armas de distinto calibre. Entre los que entraron estaba "La Loba", uno de los líderes locales, Chino Juan, otro conocido como "El Burro" de la banda de los Porroncones, y varios más a los que reconoció aunque llevaban la cara tapada. Algunos de ellos han sido deportados, pero la mayoría sigue viviendo en el barrio. Empezaron a disparar sus armas porque buscaban a Randall, sin importarles que en la casa habían niños y mujeres. Se marcharon, suponiendo que Randall no estaba allí.
Randall habló brevemente de la tortura y asesinato del agente de policía Gabriel Vado (asesinado el 15 de julio). Lo capturaron, lo ataron, lo golpearon, lo cortaron con machetes y, cuando finalmente prendieron fuego a su cuerpo, apenas estaba vivo.
A finales de junio, la oposición pensaba que Monimbó estaba listo para la insurrección, pero en realidad el pueblo se había vuelto contra ellos. Veían que eran delincuentes, drogadictos y criminales. Randall describió a uno de los jóvenes locales implicados en la violencia como procedente de un hogar desestructurado y violento, y que los líderes de la oposición buscaban a personas con antecedentes violentos, que hubieran abandonado la escuela prematuramente, que fueran consumidores de drogas, porque podían convertirlos en carne de cañón para la oposición. La mayoría de los implicados eran personas con antecedentes antisociales de algún tipo, que podían ser fácilmente utilizados por la oposición.
Randall explicó que el día que se liberó esta parte de Masaya (17 de julio), muy temprano en la mañana comenzó a llegar la policía nacional y los policías voluntarios. Dice que la mayoría de los que entraron por el este no encontraron resistencia hasta llegar a la parte del barrio donde él vive, los que estaban en los retenes simplemente huyeron. En los tranques cercanos a él, devolvían los disparos a la policía y a los policías voluntarios, y dijo que la respuesta fue tiros al aire, para advertir a los delincuentes de que estaban a punto de ser atacados con fuerza. En ese momento también huyeron, arrojando las armas a los tejados, por las alcantarillas y otros lugares donde fueron descubiertas después.
A estas alturas, la gente estaba feliz de que Monimbó hubiera sido liberado y de que todo hubiera terminado, ya que todos estábamos viviendo una enorme pesadilla en donde los delincuentes estaban en control del barrio.
* El escritor John Perry se radica en Masaya, Nicaragua