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La insurrección de septiembre 1978 en Estelí Testimonio de la Compañera Francisca Dormuz Cuando estalló la insurrección de septiembre 1978 en Estelí, Francisca Dormuz fue una madre joven con varias hijas pequeñas. A pesar del peligro mortal de colaborar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, Francisca y sus camaradas se organizaron y ayudaron garantizar el apoyo logístico necesario para impulsar la lucha armada contra la dictadura somocista. A mi me tocó participar cuando se dio el asalto a las armas aquí donde Mario Salja. Asaltaron allí, asaltaron las armas que tenía de venta un coronel que se llamaba Fermín Meneses y otro señor de apellido Blanco. Fue un grupo de compañeros que hicieron el asalto y entonces las llevaron hacia la casa de Doña Ofalia, de los Ubeda. Eran como las doce de medianoche o la una de la mañana y vino Doña Ofalia con su esposo a preguntarme si el papa de mis hijas estaba enfermo. Les dije que sí que estaba con calentura. Pero no era la verdad porque el problema es que aquí estábamos rodeado de guardia. A guardar armas escondidas Entonces, “Ay, hijita, tenemos un montón de armas que nos dejaron los muchachos aquí, entonces queremos pasarlas a vos porque vos no tenes color porque sos mujer - no van a sospechar de vos. Entonces me trajeron un montón de armas. Me acuerdo que eran unos sacos de papel craff en que venía el azúcar San Antonio y otros que venían en saco macén. Entonces les digo, pues métemelas por debajo de la cama, como si fueron sacos de maíz. Pero siempre se despertó algo en mi hija que se llama Karelia. Y ella me dice, “Mama, ¿qué es lo que traían allí?” “Son unos elotes” le digo yo. “Ah” me dice. Entonces, como yo todos los días voy a recibir costura donde la Señora Estela Herrera que es la suegra del compañero Fran Bodeca, entonces me fui donde Doña Estela a las dos de la tarde – siempre recuerdo esto – porque no me di cuenta del peligro que tenía allí, porque habían bombas y de todo. Entonces, me fui a recibir la clase y le dice Karelia a su papa cuando él vino, “Papa, háganos unos esquites”, porque de los elotes se hacen una cosa que es como un maíz que se pone a tostar y después se pone sal. Y su padre dice, “¿Adónde hay elotes?” Y le dice, “Allí hay un montón que trajeron a mi mama.” Así que él viene y me descubre un montón de armas. Y me llega a buscarme y las compañeras me dicen, “Francis, le busca tu marido.” Y él viene y me dice, “Andá sacarme esas armas ahorita mismo porque si no te voy a denunciar.” “Bueno, usted me denuncia, se va a morir su hermano, se van a morir sus hijos, se va a morir yo, pero no me va a mover.” “¿No te vas para la casa?” “Es que no puedo ir” Y no me vine porque tenía que ir al Barrio Noel Gamez, creo que es, allí nos reuníamos en la casa de Aura Lila Avilés con el grupo de AMPRONAC. Me fui allí y después regresé en la tarde. Cuando regresé en la tarde, estaba tan enojado el papa de las chavalas. Me dijo que estaba corriendo peligro que no sé qué, que no sé cuánto. Pues, empezamos a tener problemas y al fin nos separamos. Y me quedé con ese montón de armas. Eso fue hacía el final de 1977 o inicios de '78. Yo sufrí con esas armas. Todos los días vivía nerviosa. Las quité de debajo de la cama porque eran un peligro para las niñas. Y como teníamos la casa en construcción había un montón de arena. Entonces vine en la noche con Karelia con una pala y las metí en la arena. Pero después pensé. “¿Y si vienen a buscar en la arena?” Fue una búsqueda para dónde poner aquellas armas. Al final, un día, tuvimos una vieja letrina que fue casi llena de basura. Conseguí un mecate y amarré bien los sacos y alguien me levantó la tapadera y pusimos unos clavos y colgamos los sacos allí. Y hasta que llegaron a tocarme la puerta en la primera insurrección pude descansar. Eran meses y meses, casi ocho meses de tenerlas. El papel de AMPRONAC Otra gente no podían tenerlas porque tenían problemas con la Guardia y yo, con un montón de hijas, no iban a pensar que yo andaba en eso. Sin embargo, tuve un hermano que estuvo preso. Eso de las armas fue parte de la preparación para la insurrección. En AMPRONAC Nos pusimos a recoger medicamentos. AMPRONAC fue un asociación de mujeres ante la problemática que estábamos viviendo. Fue cuando las mujeres salieron a protestar porque metieron sus hijos presos, o cuando los desaparecían, cuando la Guardia violaban a las mujeres. Ese fue AMPRONAC, que empezó más o menos un año antes del '79. Fui fundadora. Eramos tan poquitas. Estuvo Doña Magdalena Rodríguez, una señora con buen liderazgo, fue diputado ella. Estaba la Marta Munguía. Estaba Adela Morazán de Yalí, Leonor Fuentes, Mercedes Bolaños. Eran poca la gente que participaban. Marta Munguía nos llevaba a hacer cursos de primeros auxilios al lado de Santa Cruz. Si teníamos contactos que eran médicos, íbamos recuperando muestras médicas y medicinas y cosas para ir guardando. También teníamos amigos que nos ayudaron con maíz, arroz, frijoles, cosas así, para cuando la gente los necesitaba para tenerlos en los puestos de mando que teníamos. Ese trabajo fue clandestino orientado por el Frente. Y porque la gente estaba desesperada por lo de la Guardia, la gente apoyaba. Pero no podían hacerlo abiertamente porque a uno le podían denunciar. Por eso me decía el padre de las chavalas que me iba a denunciar. Porque fue una forma de chantajear. Pero no me denunciaba porque sus hijas corrían peligro. El padre de mis hijas no fue sandinista. En ese barrio yo sentí sola. Pero cada quien andaba buscando como trabajar con su grupo para crear las condiciones y yo fui una mujer organizada. Y cuando vino la insurrección la mayoría de la gente lo apoyó. La gente estaba desesperada. Por ejemplo, ser joven de 16 o 17 años fue un peligro. Entonces, las madres, los familiares tenían que apoyar. En mi caso fue el 9 de septiembre cuando vinieron a las dos de la mañana a tocar la puerta. Tenían que venir encamuflado porque era muy peligroso. Aquí cerca vivían Guardia. En frente vivían gente que eran amigos de la Guardia. Entonces los compañeros vinieron , uno llevaba una pistola, otro llevaba una pistola y una granada. Y fue con mucha alegría que vinieron, como cuando alguien viene del desierto después de no haber comido o tomado agua. Encontraron las armas en los sacos. Los sacos eran llenitos de armas. “Allí vienen los muchachos. Hay que apoyarlos.” Llegaron y cada quien se armaba y se fueron a tomar sus posiciones. Porque fue una balacera para hacer a uno volverse loco. Era muy emocionante saber que uno estaba haciendo algo. La insurrección duró más o menos una semana. Era triste ver tantos jóvenes con sus caras tan tiernas ir sin saber si o no iban a volver. Yo tenía miedo pero fue como un alivio para mi que vinieron a recoger esas armas. Y la gente que estaban conscientes decían, “Allí vienen los muchachos. Hay que apoyarlos.” Y yo tuve afinidad con el Frente por todas las barbaridades que hicieron a mi hermano cuando lo metieron preso y a mucha gente más que conocía. Cuando ocurrió la insurrección para nosotros no significaba que íbamos a poder derrocar la Guardia. Lo que sí pensábamos es que fue una manera de buscar más apoyo del pueblo, una manera para hacer a la gente tomar más consciencia. Una buena parte de la gente comenzó a apoyar, pero no abiertamente. Sin embargo, murió bastante gente. Lo que pasó fue que la gente que no estaban de acuerdo con el Frente fueron y metieron denuncias contra familiares de los muchachos. Mataban un montón de gente joven. Y en la retirada murieron bastante también. Se fueron mucha gente, jóvenes para quien fue un peligro quedar en la ciudad. Hasta mujeres se fueron, gente mayor, se fueron todos. Por aquí pasaban las tanquetas reforzadas con Guardia que andaban a la orilla de la tanqueta. Andaban por todo lados. Y llegaban a las casas preguntando si por aquí hubieran pasado los yecos – no guerrilleros – los llamaban yecos. Preguntaron por los Ubedas. Yo dije que creía que se murieron. Hicimos algo que teníamos que hacer La Guardia inició con lo que se llamó Operación Limpieza y pasaron casa por casa. Me encontraron con mis chavalas y me hicieron pasar al fondo y vinieron apuntándome porque en una casa se había escondido un compañero y había disparado a un Guardia. Entonces me llevaban encañonada por tener miedo como quien dice, “anda adelante por cualquier cosa...” No creas que eran valientes. Eran miedosos. Porque ponían una mujer al frente para protegerse. Me hicieron recorrer toda la casa. Pero no había nada. Estelí quedó bastante destruida. Bastante. La Guardia tenía tanquetas. Y nos les importó quién o qué traspasaron. Fue horrible. Allí por el 16 de julio, allí habían francotiradores. Y la gente que salían le dispararon y ni sabían a quien estaban disparando. Pero al final, para nosotros que simpatizábamos con el Frente fue una victoria. Claro que mataron a muchas personas, pero murieron bastante Guardia también. Y para nosotros quería decir que teníamos que seguir haciendo el trabajo de hormigas que hacíamos. Tuvimos que trabajar para salvar las personas que podríamos apoyar y preparar para cuando iban a volver a entrar. Que iba a ser en abril. Entonces teníamos que ir preparando medicina, comida, ropa, todo lo que había que preparar. Y ya sabíamos más o menos con que casas podríamos contar. Como era tanta la emoción, sentíamos que hicimos algo que teníamos que hacer. Por ejemplo eso de las armas. El último compañero que vino me preguntó cuantas armas quedaron. Le dije, solo queda una pistola y dos granadas. Y el me dijo, “por lo menos con eso lo que nos dio nos ha abastecido bastante porque mira me dice, la misión de nosotros es que cuando cae una Guardia de recoger su arma.” Ese fue la misión de ellos, porque ellos solo tenían armas cortas. De esos jóvenes ahora no hay. Ahora los jóvenes son libres para pensar en las fiestas. Eran otros tiempos. La toma de Estelí fue importante porque Somoza dijo en una entrevista que el día que se tomaba Estelí, él se iba. Fue la primera experiencia en septiembre que fue como una prueba de fuego, me parece. Pero Somoza no lo dio importancia. Menospreció el apoyo que habían dado la gente a los guerrilleros. |