El desarrollo local en Cuba y el lugar de la cultura

María de los Ángeles Arias Guevara, Temas, septiembre 2016
http://temas.cult.cu/articulo/2347/el-desarrollo-local-en-cuba-y-el-luga...

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Resumen:
Presenta el énfasis que en el desarrollo local se viene haciendo en Cuba desde los 90 y su ubicación en la estrategia del desarrollo económico social del país en el actual escenario. Se destacan las contribuciones específicas al tema, que desde el diálogo comprometido con la realidad del país, vienen realizando la Academia y otros actores, y, además, se distinguen los puntos centrales del énfasis. Aborda el papel de la cultura y el  género como ejes transversales del desarrollo local.

En las últimas décadas del siglo xx, en el contexto de los procesos de reestructuración económica a escala global, comenzó a revalorizarse lo local como espacio de desarrollo, a la vez que se acrecentaba el cuestionamiento a los enfoques tradicionales y economicistas.

Las nuevas propuestas constituyeron una manera de encarar la relación entre lo global y lo local; aparecieron teorizaciones que cuestionaban la noción del desarrollo como crecimiento económico y revelaban sus múltiples dimensiones. La satisfacción de las necesidades, la equidad y la relación armónica con el entorno constituían puntos focales del debate. El nuevo paradigma tomaba en cuenta lo cultural, lo espiritual, las capacidades humanas, la creación de condiciones para el ejercicio de esas capacidades y el reconocimiento de que la naturaleza no admite cualquier modalidad de desarrollo.

Si consideramos que el desarrollo es una categoría cargada de valores, no neutra, las teorizaciones nacidas desde los centros de poder constituyen prediseños, que homogenizan y encuadran modelos que no se avienen a procesos históricos específicos, y en las que el discurso economicista reaparece bajo la máscara humanista o de la sostenibilidad. Hoy conocemos que la noción de «desarrollo sostenible» no pasa de ser un crecimiento económico que se sostiene en el tiempo, que la visión europea de «desarrollo local» significa lo mismo en términos locales, que el «desarrollo territorial» se limita a lo económico en cada territorio, que el «desarrollo humano» significa darle rostro al crecimiento económico y que el «desarrollo endógeno» lo hace desde dentro; y que la agenda oculta ha sido asegurar la estrategia histórica, cuantitativa e inmutable de «desarrollo para la acumulación capitalista» (De Souza Silva, 2007).

Habría que considerar la existencia de teorías contestatarias al orden social existente, como la de la dependencia, el Nuevo orden económico internacional, iniciativas municipales en varios países o la del Desarrollo a escala humana, entre otras. En la actualidad, otras dan cuenta de una nueva episteme para pensar el desarrollo desde la descolonización; aproximaciones que lo reconceptualizan de manera crítica e indican la agonía del mito del desarrollo. Autores como De Souza Silva (2004; 2007), Esteva (2009), Escobar (2009) y Gudynas (2014) expresan un pensamiento latinoamericano desde lo que se ha denominado «posdesarrollo».

El debate ha hecho resaltar que el desarrollo es un proceso de múltiples dimensiones, en el que junto a la economía, los aspectos culturales, sociales, políticos, institucionales, ambientales y espaciales, se constituyen redes de interacciones complejas, de cuyo resultado deben emerger nuevos estados de desarrollo, que constituirían una expresión del futuro deseado y permitirían proyectar nuevas metas desde los sujetos-protagonistas: hombres y mujeres, comunidades, naciones.

En las más recientes aproximaciones, las nociones de espacio y territorio se tornan pertinentes como marcos explicativos: se reconoce que el desarrollo transcurre en espacios concretos, y que es siempre situado y construido por actores concretos; por otra parte, se asume una perspectiva de escala (Ravenet, 2002), que implica la valorización de los procesos locales/territoriales en relación con los nacionales, regionales y globales. Tales análisis revelan la ruptura paradigmática con una concepción que operacionalizó el desarrollo como crecimiento, en la que primó la racionalidad instrumental, y muestren el tránsito hacia nuevas posturas que, desde variados referentes, reorienten la teoría hacia los verdaderos fines del desarrollo: hombres y mujeres como protagonistas y no como objetos. Se asume que tales nociones, con antecedentes en los años 60 del siglo xx —Dudley Seers (1967) señaló entonces la equidad como una condición del desarrollo— expresan ahora un viraje epistemológico que considera, junto a elementos materiales, la cultura y la espiritualidad humanas como dimensiones claves del desarrollo.

Es nuestro interés presentar el énfasis que en el desarrollo local se viene haciendo en Cuba desde los años 90, y su ubicación en la estrategia de desarrollo económico social del país en el actual escenario.

El enfoque del desarrollo local

La idea del desarrollo local surge en los años 70, en Europa, a partir de las grandes transformaciones que acompañaron la reestructuración productiva, que abandonaba el industrialismo fordista por sistemas más flexibles que, unidos al impacto de la revolución tecnológica, dieron lugar a reordenamientos económicos, el abandono de actividades tradicionales y la pauperización de regiones incapaces de insertarse en dicha reestructuración. Las «iniciativas locales» se orientaban a movilizar el potencial humano a través de acciones en diversas áreas, como la renovación de actividades tradicionales, la comercialización, la prestación de servicios y la revitalización de la pequeña empresa, entre otras.

En América Latina ello formó parte de la estrategia de ajuste neoliberal o de otras neeostructurales. El desarrollo local fue la alternativa ante la crisis fiscal del Estado, y la exclusión social y política. La idea vino acompañada del agotamiento del Estado como motor del desarrollo, de la búsqueda de la democracia como meta previa al desarrollo, de identidades y nuevas utopías, de lo cultural como clave para repensar la globalidad, etc., pretendiendo una profundización del proceso democrático, la participación popular y la horizontalización del poder (Coraggio, 1994).

Aunque no es una conceptualización acabada, el desarrollo local se define por la concertación de los agentes sociales y económicos, públicos y privados, unidos por el interés de dinamizar su entorno, movilizar las potencialidades endógenas para la definición de estrategias de desarrollo, y promover las actividades correspondientes, siempre a partir de iniciativas y recursos locales, creando sinergias y buscando los apoyos externos posibles —estos últimos, factores esenciales de las políticas de desarrollo sustentable.

El desarrollo local discurre entre múltiples aproximaciones en dependencia de la intencionalidad. Suele ser calificado como enfoque, proceso, experiencia, iniciativa y, también, como estrategia. Si intentamos una definición de lo local, no podemos encerrar el concepto en una determinación territorial específica, ni identificarlo con un municipio o una región geográfica, aunque pueda contenerlos; tampoco, ser parte de lo que se intenta definir como tal, donde un espacio definido como local está contenido en otro mayor, también considerado muchas veces como espacio local. Más que a una definición geográfica, el núcleo del concepto remite al modo en que el desarrollo transcurre en las localidades. Arocena (1995a; 1995b) considera la identidad y el territorio como elementos definitorios de lo local, que puede ser visto como un ámbito territorial delimitado por el alcance de ciertos procesos, donde resulta sobresaliente la interacción cotidiana.

Autores como Alburquerque (1999; 2004), Arocena (1995a; 1995b), Vázquez Barquero (1999) y Gallicchio (2004), aparecen como importantes referentes en el tema, sobre todo por quienes hacen más énfasis en variables económicas. En el campo académico, han aparecido también modalidades vinculadas a esta perspectiva; asimismo, se han conformado redes entre cuyos promotores se encuentra la red DelNet de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y redes interuniversitarias, entre otras. Se aprecia que desde el sur provienen las propuestas más coherentes sobre desarrollo local. Mientras Alburquerque (1999), en su visión integradora, continúa privilegiando la economía, autores como Boisier (2003) o Tomassini (2000) ofrecen una visión más integral, aportando un enfoque macro-micro que, sin ser dualista, concibe el territorio como un elemento macro y lo local no solo como lo micro, sino en su interdependencia con este.

Dentro del debate que se verifica a partir de los 90, el desarrollo local se conceptualiza desde diferentes perspectivas. Aparecen nociones enfocadas en diversas dimensiones. Sin pretender encuadrarlas en una u otra postura, pueden destacarse las siguientes:

Como proceso de concertación entre actores sociales para impulsar un proyecto común que combine la generación de crecimiento económico, equidad, cambio social y cultural, sustentabilidad, enfoque de género,[1] calidad y equilibrio espacial, con el fin de elevar la calidad de vida en el territorio (DelNet, 2003).
Como nuevo modo de promover el desarrollo, que posibilita el surgimiento de comunidades más sustentables, capaces de cubrir sus necesidades, desarrollar sus potencialidades y aprovechar las ventajas locales para fomentar intercambios externos (De Franco, 1998).

Como estrategia que toma, como mecanismo dinamizador, los procesos de desarrollo endógenos, como las políticas de formación de empleos mediante la cooperación entre los actores sociales, con el objetivo de desarrollar capacidades económicas para la comunidad y la región (Vázquez Barquero, 1999).

Como enfoque territorial, de «abajo-arriba», pero que debe buscar también intervenciones de las restantes instancias estatales de decisión (provincia, región y nación) que faciliten los objetivos de la estrategia de desarrollo local (Alburquerque, 2004).

Como proceso de aprendizaje donde tiempo, historia y espacio condicionan las actividades que llevan a cabo los agentes políticos, económicos y sociales; vinculadas a un conjunto de capacidades locales como la innovación, la creatividad, la capacidad emprendedora, la solvencia técnica y de gestión de los recursos humanos y las capacidades organizativa, de articulación con el entorno institucional y mercadológico, de liderazgo y de generación de diálogos (Madoery, 2000).

Como el retorno a formas sociales mejores, en las que se rescatarían los valores comunitarios y se generarían las mejores formas de democracia directa con canales de participación de la base (Arocena, 1995a).

Como fenómeno de orden cualitativo, donde intervienen cuestiones cognitivas, simbólicas, culturales, sociales y cívicas, y la capacidad para establecer sinergias y direccionar las varias formas de capital intangible (Boisier, 2003).
 
Contexto y aproximaciones en Cuba
En la actualidad, conceptos como desarrollo humano, sustentable, local y territorial, han venido teniendo un uso frecuente. En Cuba, desde 1996, estudios conciben el desarrollo humano no solo como crecimiento económico, sino como proceso que incluye la formación de capacidades y el uso que la gente hace de ellas (CIEM, 2000a; 2000b); tiene en cuenta la equidad, la sustentabilidad, la productividad, la potenciación, la cooperación y la seguridad (Márquez, 2004). Este enfoque es coincidente con la vocación humanista del proyecto revolucionario del 59, levantado sobre una concepción integradora y relacional de los aspectos económicos, sociales y humanos.

Circunstancias como la crisis que hubo de enfrentar la sociedad cubana —y que provocó la imposibilidad de dar continuidad al modelo de desarrollo vigente—, marcada por el derrumbe del socialismo, la pérdida de mercados tradicionales, la dificultad de inserción rápida en el mercado mundial, la agudización del bloqueo económico y los problemas de eficiencia en determinados sectores económicos condicionaron la reforma económica de inicios de los 90.[2]

Entre los rasgos de esa reforma se encuentran: la descentralización de la actividad económica del Estado, el surgimiento de nuevos agentes económicos, la aparición de los Consejos Populares como nuevos elementos de la estructura político-administrativa, la búsqueda de alternativas desde las comunidades, el perfeccionamiento de los mecanismos de participación democrática de los ciudadanos en el diseño de acciones a nivel de base, la ampliación del papel del mercado en la comercialización de la producción agrícola e industrial, los cambios en las relaciones de propiedad y la introducción de nuevas formas de organización y dirección económica en los territorios.

En el actual escenario, se agrega la centralidad de lo municipal/local en las estrategias de desarrollo económico y social trazadas a partir del VI Congreso del PCC. La concepción estratégica sobre el desarrollo de los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución (PCC, 2011) establece una noción nueva sobre el papel y lugar que lo local/territorial ocupa en la vida económica y social del país. El territorio y las sociedades locales se colocan como elementos claves en la transformación estructural de la economía y en la potenciación de las capacidades productivas. Se reconoce a las localidades —provincias y municipios— como espacios específicos de planificación, responsables directos de las estrategias, programas y proyectos de desarrollo económico y social correspondientes. Se orienta impulsar la iniciativa de los territorios para potenciar de manera sostenible su desarrollo económico (PCC, 2011).

Desde mediados de los 90, criterios y aproximaciones desde el campo académico, mostraban cierto consenso sobre los requerimientos para la realización práctica del desarrollo local: necesidad de autonomía para emprender estilos propios de desarrollo y aplicar políticas endógenas, capacidad de apropiación del plusproducto que permitiera su reinversión, modernización tecnológica y diversificación productiva, uso racional de los recursos y conciencia ambiental, equidad en la distribución del ingreso, protagonismo de los actores del desarrollo local, alianzas entre los agentes, y sentido de identidad de las personas con su territorio (Boisier, 1999).

En Cuba, el discurso sobre lo local, incorporado al marco académico-investigativo, ha llamado la atención sobre la necesidad de su replanteo desde nuestro contexto. De este modo, una de las cuestiones que tener en cuenta es la historicidad de lo local como espacio del desarrollo (Guzón, 2004), pues es imposible concebirlo sin su concreción en un territorio delimitado desde el punto de vista geográfico e histórico, con características culturales y socioeconómicas particulares, y con múltiples lazos con escalas más amplias.

Es importante reconocer el papel desempeñado por las ciencias sociales, particularmente la sociología y las ciencias económicas y empresariales, en las aproximaciones que sin duda han tenido lugar en el país. Un punto de inflexión en la articulación de la perspectiva cubana con la internacional fue la Investigación sobre el desarrollo humano en Cuba (CIEM, 2000a; 2000b). A partir de entonces, se diversificaron los estudios y se incorporaron nuevos grupos y centros de investigación de todo el país, entre los que se puede mencionar la Red Interuniversitaria de Estudios sobre Desarrollo Local,[3] surgida en 1995 como un proyecto del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana con financiamiento de Ayuda Popular Noruega (APN) e integrada por grupos de investigadores de varias universidades de la Isla, con una concepción de trabajo propia, consensuada entre los miembros de la red. Enfocada inicialmente en el estudio del papel de los actores sociales en los procesos de desarrollo local, realizó talleres sobre la temática en los niveles municipal, provincial y nacional, en los que, con la participación de actores de base, consolidó aspectos teóricos y prácticos en las zonas de estudio. Nuevos pasos se dieron en la sistematización y el acompañamiento de las experiencias innovadoras de desarrollo económico local, la capacitación de los actores locales y el establecimiento de un diálogo con decisores provinciales sobre los problemas del desarrollo. Para ello se orientó realizar estudios sobre las dinámicas territoriales y potenciar las universidades como promotoras del desarrollo local, a partir de la colaboración entre sus estructuras y una proyección hacia las necesidades del territorio (González Mastrapa, 2005).

Uno de los temas de debate más importantes en el ámbito académico, en los grupos de proyectos y redes interuniversitarias, ha sido el relacionado con las potencialidades y limitaciones de los gobiernos municipales para encarar los procesos de desarrollo a nivel local.[4]

Entre las limitaciones para el desarrollo local, los estudios realizados en Cuba desde la década de los 90 identificaron: la débil capacidad de gestión participativa y productiva, dado que la mayor parte de los recursos y servicios económico-financieros siguen concentrados fuera de la localidad; la débil práctica de gestión local autónoma que requiere de la superación técnica, ampliación y uso adecuado de mecanismos legales, recursos financieros y aprovechamiento máximo de todas las potencialidades endógenas, y una dialéctica que adecue y armonice las dinámicas entre centralización y descentralización (Méndez, 2004). Se han señalado barreras que, en la escala municipal, obstaculizan la gestión e integración (Ravenet, 2002; Menéndez, 2004; Guzón, 2004); entre ellas se acentúan, por su coincidencia con otras valoraciones, el exceso y la fragmentación de estructuras de coordinación, la insuficiente definición de las relaciones empresa-comunidad, las acciones directas de los organismos superiores sobre el municipio y la desarticulación de los procesos de planeamiento.

La discusión entre especialistas y actores locales arrojó que los márgenes de autonomía para el desarrollo local, en nuestro contexto, son escasos. Los municipios no disponen de suficientes recursos para enfrentar las necesidades del territorio; en lo económico, funcionan como eslabones de recaudación y no de producción del desarrollo. Es débil el ejercicio de la autoridad del gobierno local sobre entidades de subordinación provincial y nacional enclavadas en su territorio. El alto nivel de centralización de los recursos financieros impide que los ingresos generados por las empresas ubicadas en un espacio local se reviertan en su desarrollo con la misma intensidad que necesita recursos para generarlo.

A tono con el nuevo escenario en el que entró el país desde mediados de los 2000, aparecieron otros actores en la discusión acerca del desarrollo local, como las redes Gestión Universitaria del Conocimiento e Innovación para el Desarrollo, a finales del año 2006; asimismo, centros de estudios se enfocaron en ese objeto, y aparecieron programas de formación académica de posgrado para satisfacer las demandas de conocimiento e investigación sobre múltiples campos de lo territorial y lo local, lo cual ha revalorizado la pertinencia de la universidad en las estrategias de desarrollo.

Una lectura de los abordajes realizados en Cuba[5] permite distinguir que el acercamiento al tema ha estado centrado en:

Los condicionamientos del contexto, como la crisis, la reforma económica, los cambios en la estructura económico-social y el carácter vinculante de los factores exógenos con el desarrollo local/territorial (Pérez Rojas et al., 1999; Peña Castellanos, 2006; Arias Guevara y Labrada Silva, 2008).

El municipio y desde el papel de los gobiernos (Guzón, 2004). Podría asumirse que se entiende por desarrollo local solo el ámbito municipal, lo cual generaría confusiones entre lo local y lo municipal como conceptos.

El trabajo comunitario y experiencias de trabajo comunitario integrado (Dávalos, 2004; Caño Secade, 2005), lo que puede generar confusión conceptual entre desarrollo local y trabajo comunitario. La conceptualización sobre trabajo comunitario tiene un carácter instrumental, para referirse a estudios sobre transformaciones o propiamente para intervenir. Se distingue por su énfasis en lo social. Generalmente hace referencia a procesos inducidos desde los Grupos Provinciales de Trabajo Comunitario Integrado. Para María T. Caballero, el trabajo comunitario es «el conjunto de acciones teóricas (de proyección) y prácticas (de ejecución) dirigidas a la comunidad con el fin de estimular, impulsar y lograr su desarrollo social [...] a partir de la participación activa y consciente de sus pobladores» (Caballero, 2003: 25). Para otros, el desarrollo comunitario «debe ser interpretado como una acción social dirigida a la comunidad, la cual se manifiesta como el destinatario principal de dicha acción y el sujeto de la misma a la vez» (Yordi García, 2003: 20). Se pone énfasis en la visión del desarrollo desde la perspectiva comunitaria (Rivero et al., s.f.).

  • Las potencialidades y limitaciones de los espacios locales de gobierno en el municipio (Méndez, 2004; Espina, 2006; Arias Guevara y Labrada Silva, 2008).
  • El carácter estratégico de los territorios en el desarrollo (Espina, 2006), y la identificación de las desigualdades espaciales de bienestar (Íñiguez y Ravenet, 2006).
  • La relevancia de la cultura en el desarrollo (Linares, 2006).
  • La búsqueda de indicadores para la medición del desarrollo (Méndez y Lloret Feijoó, 2012) y desde reflexiones para la aplicación de modelos (Campos, 2011).
  • La gestión del conocimiento y la innovación para el desarrollo económico local (Núñez Jover, 2014).
  • El desarrollo económico local, la gestión de la propiedad y las iniciativas de emprendimiento empresarial (Del Castillo Sánchez, 2011).


El común denominador de los estudios consultados es su carga propositiva. Se reconoce el énfasis en el eje económico, en los indicadores cuantitativos para su medición y la insuficiente visibilidad de otros ejes de naturaleza cultural cuya puesta en valor puede resultar potenciadora del desarrollo en determinados espacios —nos referimos a recursos patrimoniales de naturaleza tangible o intangible, a la equidad de género como eje transversal en el desarrollo local, a lo que Boisier (2003) llama capital sinergético, entre otros.

El abordaje, en la mayoría de los casos, no transgrede la disciplina de quien realiza el estudio, dejando escapar la complejidad de los factores intervinientes y de las sinergias necesarias para impulsar el desarrollo. Otro de los elementos es la identificación del desarrollo local con experiencias concretas o proyectos aislados, sin estrecha relación con las estrategias de desarrollo y su inserción en el tejido social e institucional; asimismo, identificar lo comunitario con el desarrollo local, o la no distinción entre lo local y lo municipal.

Por último, la bibliografía muestra cierta tendencia a discursar sobre modelos y metodologías para su aplicación. Las lecciones aprendidas en materia de desarrollo nos dicen que es peligroso encuadrar la realidad social, en tanto sistema abierto y complejo, en modelos producidos en otros espacios —incluso del propio país—, dadas las diversidades y desigualdades de lo que podemos entender por lo local. Por lo que, en materia de agendas de desarrollo, debe atender a la interrogante planteada por Luisa Íñiguez (2014): ¿qué nos dicen los territorios? Cada espacio deberá construir su propia agenda en articulación con otras, incluyendo la del país.

Contribuciones más recientes (Pérez Izquierdo y Argüelles, 2011: 5; Hernández et al., 2014), describen la percepción de decisores y decisoras sobre la comprensión del desarrollo local y los obstáculos que enfrentan para la concreción de las políticas en curso. Diagnósticos realizados al iniciar los cursos formativos muestran que aquel es identificado indistintamente con los proyectos de iniciativa económica local o con el crecimiento económico del municipio, con la estrategia de desarrollo local o con su actividad económica fundamental —sea esta el turismo, la producción de níquel, de alimentos, u otra.

Los obstáculos registrados —en especial, para enfrentar la planificación en los territorios— muestran la persistencia de los ya identificados en la década de los 90 y el primer lustro de este siglo. Autoras referenciadas destacan que la prevalencia de las prioridades nacionales «marcadas por los organismos globales productivos que tienen empresas nacionales o provinciales radicadas en el municipio» deja poco espacio a la acción local, al no articulase de manera adecuada a sus condiciones. La planificación municipal carece de la visión de desarrollo local y mantiene un carácter sectorializado y vertical, sin que ejes transversales tan importantes como la participación ciudadana, el enfoque de género o la cuestión de los equilibrios socioespaciales tengan un reflejo real en los llamados «planes de desarrollo integral». Los decisores locales, más allá de la prospectiva que requiere la planificación, siguen teniendo una visión táctica que denota la insuficiente articulación en su diseño con otros actores considerados claves en la determinación de las potencialidades y capacidades locales: universidades, Planificación Física y direcciones de estadística y planificación, entre otras (Pérez Izquierdo y Argüelles, 2011: 5).

A modo de conclusión

En Cuba, el énfasis en el desarrollo local comienza en el marco de un contexto signado por la crisis que paralizó el modelo de desarrollo centralizado de la economía e impuso el inicio de un proceso conocido como la Reforma de los 90, en la que el Estado comienza a delegar poder a sus estructuras intermedias y de base. Desde la academia y las organizaciones de la sociedad civil, se desarrolló un amplio debate sobre las potencialidades y los obstáculos que enfrentaban las municipalidades para encarar los procesos de desarrollo en sus propios espacios y, con la cooperación internacional, comienzan a gestionar programas y proyectos en articulación con los gobiernos de los territorios. El énfasis iniciado se convertiría luego en uno de los ejes de discusión de la agenda pública del VI Congreso del PCC, para su posterior incorporación a los Lineamientos que definen las políticas de desarrollo económico y social.

Todo ello implica la aprehensión de lo local como espacio de confluencia entre actores diversos, de cuyas sinergias emerjan las estrategias a más largo plazo; una noción que, como aprendizaje, necesita construirse desde las bases, lo que significa recuperar la cultura de la participación ciudadana y el control popular.

 El gobierno del municipio y del territorio se revela entonces como un actor clave del desarrollo local, sin escapar aún a los límites que el contexto económico y normativo le imponen. Uno de los retos más importantes para estas autoridades reside en superar el carácter instrumental de acciones concentradas en la búsqueda de soluciones y respuestas locales a las necesidades emergentes, pues el desarrollo es visión de futuro; es decir, tiene carácter estratégico. Otro reto está en la necesidad de aprovechar todos los recursos instalados que son patrimonio local, y sobre cuya base pueden estar las respuestas a interrogantes como: ¿De qué forma superar los desequilibrios espaciales, las inequidades sociales, por color de la piel y de género, la inclusión social desde la diversidad, la sostenibilidad del ambiente? Todo ello es imprescindible si queremos responder éticameéticamente a la pregunta de Eduardo Galeano: ¿A quién desarrolla el desarrollo?

Notas
[1]. «Durante la década del 90, paralelo al proceso de renovación del discurso sobre desarrollo humano en el ámbito internacional, en el movimiento feminista se fue consolidando la reflexión sobre la relación entre equidad de genero y desarrollo humano, así como se fue trabajando en el área del impulso a políticas nacionales y locales que transitaran de los enfoques de mujer en el desarrollo al de genero en el desarrollo» (Fleitas Ruiz y Rojas Ochoa, 2005).
[2]. Entre los condicionamientos internos, María del Carmen Caño Secade (2005: 163) refiere: descentralización de funciones del aparato estatal; significativa reducción de los recursos financieros del Estado para atender las necesidades sociales; marcada complejización del tejido social, de sus condiciones de vida, sus relaciones sociales y las formas de construir su subjetividad, asociada también al deterioro de rasgos de la conciencia social; un proceso de polarización, comparativamente mayor a etapas precedentes de la Revolución, y la potenciación de la esfera reproductiva y de la convivencia en los espacios locales de un número creciente de grupos sociales.
[3]. No pueden dejar de mencionarse al Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), los Programas Nacionales del CITMA (Economía Cubana Actual y Sociedad Cubana Actual), el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el Centro de Desarrollo Local del CITMA, los grupos y centros de estudios de las universidades de Sancti Spíritus, Santa Clara (Centro de Estudios Comunitarios), Camagüey, Holguín (Grupo de Desarrollo Local) y Granma; así como la red Cubaenergía, el CITMA de Cienfuegos y la Estación Indio Hatuey. Del mismo modo, la Cátedra UNESCO de la Universidad de La Habana y el Programa Universitas/Cuba forman parte de los numerosos desarrollos en el terreno de las investigaciones y la generación de resultados aplicables, así como acciones formativas con apoyo de organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
[4]. Importantes referencias pueden encontrarse en las relatorías de los talleres de la Red Interuniversitaria de Estudios sobre Desarrollo Local (González Mastrapa, 2006) y en los trabajos de Ada Guzón (2004), Elier Méndez (2004), Aymara Hernández (2004) y María de los A. Arias Guevara y Ciro Labrada Silva (2008). Más recientemente se incorporó a estos debates la Red GUCID, creada en 2006 (Núñez Jover, 2014).
[5]. Los trabajos publicados reflejan un amplio espectro de temas, dimensiones y escenarios de análisis. La mención a autores solo se refiere a los énfasis observados en sus trabajos conocidos, sin que se pretenda encasillarlos en algunos de ellos.

 
Referencias
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